Capítulo 139
-Es la doble hoja de persicaria, un diurético excelente. Araceli tiene una imaginación desbordante; de verdad que parece dos corazones entrelazados.
-¡Jeje! Lo vi en el libro de mi tía. En sus cómics hay un dibujo igualito, dos corazoncitos pegados.
El semblante de Isaac se ensombreció apenas un instante.
-Ya te dije que no leas esos libros de tu tía.
Araceli se cubrió la boca con las manitas, apresurada.
-¡No lo haré más, te lo juro!
Esmeralda soltó una carcajada cristalina, incapaz de contenerse.
Alzó las cejas hacia Isaac con un brillo travieso en los ojos.
-La primera vez que visité a los Santana, tu hermana no me pareció de las que se pierden en cómics como esos.
Aquel día, Lucrecia Santana había proyectado una presencia imponente, casi como si quisiera desterrar a Esmeralda de la casa con una sola mirada. Si no hubiera sido por la llegada providencial de Isaac y Teresa, ella y Yeray jamás habrían cruzado caminos con Úrsula. Y, de no ser así, tampoco habría conocido a Isaac.
-Mi hermana es joven aún, y los mayores en casa la han mimado demasiado. Por eso a veces se le va la lengua o actúa sin pensar.
-Tranquilo, no pretendo juzgarla. Aunque, ahora que lo mencionas…
Una chispa de curiosidad brilló en los ojos de Esmeralda.
-Después de eso, cuando regresé a la casa de los Santana, no volví a cruzarme con la señorita Lucrecia.
-Sí, anda ocupada.
-¡No, no es eso! -interrumpió Araceli, girándose con esa chispa de ingenio que la hacía parecer mayor de lo que era-. Fue el tío Isaac quien mandó a la tía al extranjero a estudiar, para que no vuelva por un buen rato.
Esmeralda se quedó petrificada, con el aliento atrapado en la garganta.
¿Isaac la había enviado al extranjero? ¿De verdad?
“¿Y si fue por mí? No, no puede ser… apenas nos conocemos, y ella es su hermana.”
Sacudida por la idea, Esmeralda se apresuró a apartarla de su mente. Mientras tanto, Isaac, dejó entrever un leve destello de incomodidad en su mirada, pero pronto carraspeó y retomó la palabra.
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Capítulo 139
-Aún le faltan estudios por terminar, y quedarse en casa solo la distraía. Mandarla fuera fue lo más práctico.
-Ah, entonces era eso.
Esmeralda esbozó una sonrisa suave, aliviada, mientras la tensión se deshacía en su pecho.
Aunque la colina era gentil en su pendiente, la maleza espesa enredaba el paso, tornando el sendero en un pequeño desafío.
De pronto, los ojos de Esmeralda captaron el destello rojizo de una planta de rubia, perfecta para detener hemorragias.
-Araceli, tú y el tío Isaac quédense aquí.
Dejó la canasta en el suelo con un movimiento grácil y se inclinó para adentrarse entre los arbustos. Isaac apenas alcanzó a alzar una mano para detenerla; siempre tan decidida, ella ya estaba fuera de su alcance.
Esa determinación suya nunca dejaba de sorprenderlo.
Minutos después, Esmeralda emergió de la espesura con una sonrisa radiante que iluminaba
su rostro.
-Miren, conseguí un buen montón.
–
-¡Guau! exclamó Araceli, maravillada, poniéndose de puntillas para arrancar las semillas pegajosas y hojas secas que se habían adherido a su tía.
-Tía Esme, estás llena de espinitas.
-No pasa nada, en un rato me las quito.
Habiendo crecido entre montañas, esos detalles eran insignificantes para ella.
-Pero te pueden pinchar.
La pequeña estiró los brazos con empeño, aunque no llegaba. Frustrada, tiró de la mano de Isaac.
-Tío, ayúdala, por favor.
-Claro -respondió él, acercándose con calma para liberar la ropa de Esmeralda de las pequeñas intrusas.
Por un descuido, algunas semillas rodaron y se colaron en el escote de su blusa.
-No te muevas.
Isaac se aproximó de pronto, sus dedos rozando con suavidad la tela cerca de su nuca. Justo entonces, una brisa fresca serpenteó por la colina, agitando el cabello suelto de Esmeralda. Las hebras danzaron ligeras contra la piel de Isaac, demorando sus movimientos.
-No te muevas -repitió, con la voz más grave, casi un murmullo.
Capítulo 139
-Hay una enganchada en el botón.
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