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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 16

Capítulo 16

Tras un buen rato de forcejeo, el dedo medio de Esmeralda lucía hinchado y enrojecido, como si una corona de rubies se hubiera incrustado en su piel. El anillo, lejos de ceder, parecía

aferrarse aún más a ella, desafiando cada intento por liberarlo.

Esmeralda esbozó una mueca, un leve tirón en la comisura de sus labios, y, para evitar malentendidos, se apresuró a aclarar:

-No consigo sacarlo por ahora. Déjame probar en el baño con un poco de jabón líquido, a ver si

así sale.

Isaac, recostado en su silla de ruedas, la observaba con una calma inquietante. Sus labios se curvaron apenas, un gesto tan sutil que era imposible distinguir si se burlaba o simplemente la

estudiaba.

-¿Y bien? Dime, ¿qué buscas realmente al venir a la familia Santana?

-¿No fueron ustedes los que me llamaron?

-Nosotros invitamos al doctor Jáuregui.

-Soy su discípula. ¿Qué diferencia hay?

Una risita seca escapó de Isaac mientras deslizaba un documento sobre la mesa con un movimiento preciso, casi teatral. El papel aterrizó con un susurro, invitándola a mirar.

Esmeralda frunció el ceño al leer el título. Eran datos del Grupo Espinosa, un eco del pasado que prefería dejar atrás.

-Tu esposo envía una carta de intención para colaborar -dijo Isaac, su voz destilando sospecha-, y apareces aquí para tratar a mi abuela. ¿Qué traman? ¿Usarla como moneda

de cambio contra nosotros?

Esmeralda puso los ojos en blanco, exasperada.

-No tengo esas intenciones tan retorcidas. Además

Entrecerró los párpados, dejando que un destello de resolución cruzara su mirada.

-Muy pronto no tendré nada que ver con Valentín. Así que, por favor, deja de llamarme señora Espinosa.

Las cejas de Isaac se alzaron apenas, un movimiento casi imperceptible. Lo que ella decía chocaba con los informes que había reunido, como si las piezas de un rompecabezas se negaran a encajar.

Tras su última visita, Isaac había indagado sobre Valentín. Descubrió que tenía una esposa oculta a los ojos del público y un hijo. Los detalles eran escasos, pero con esfuerzo se reveló la historia: una mujer que, tras graduarse en Biofarmacia, se había casado con el presidente Espinosa, dado a luz un año después y asumido el rol de ama de casa ejemplar. Todos la describían como una esposa devota, una madre impecable. Sin embargo, al mencionarlo, los

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ojos de Esmeralda destilaban un desprecio que no podía fingirse.

Isaac la escrutó en silencio, y una chispa de curiosidad prendió en su interior, cálida y persistente.

-La última vez-comenzó él, bajando la voz hasta que se volvió un murmullo grave.

Esmeralda adivinó de inmediato a qué se refería y lo cortó con rapidez:

-No tienes que agradecerme. En ese estado, si no te hubiera dado acupuntura, aún estarías aferrando mi mano como si tu vida dependiera de ello.

Esperaba un reconocimiento, pero en lugar de eso, los ojos de Isaac se endurecieron y su voz bajó a un tono cortante:

-Si lo mencionas otra vez, haré que desaparezcas.

Esmeralda dio un respingo, un escalofrío recorriéndole la espalda.

-Tranquilo. Estamos en un mundo civilizado, no en una novela de mafiosos.

Cualquier otro que le hablara así ya estaría fuera de la habitación, pero con ella, Isaac sentía una extraña tolerancia que no podía explicar.

El mayordomo interrumpió con unos golpes suaves en la puerta.

-Señor, la abuela despertó. Quiere que usted y la doctora Jáuregui vayan juntos.

-Entendido. Espera afuera.

Cuando el mayordomo se retiró, Isaac adoptó un semblante serio y, en voz baja, preguntó:

-La salud de mi abuela se deteriora día a día. Hemos consultado a los mejores médicos, pero solo ofrecen paliativos. ¿Qué tan segura estás de poder ayudarla?

Esmeralda guardó silencio, sopesando cada palabra como si midiera el peso de una promesa.

-No puedo garantizar que se recupere del todo.

Isaac frunció el ceño, la decepción asomando en su rostro.

-Pero -continuó ella, firme, en quince días, puedo hacer que se ponga de pie.

Un brillo fugaz cruzó los ojos de Isaac. Tantos expertos habían pasado por allí, y ninguno se había atrevido a prometer algo tan concreto. Ella era distinta.

-Bien dijo él, asintiendo con un movimiento lento-. Si lo consigues, la familia Santana sabrá agradecerte como mereces.

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