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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 51

Capítulo 51

Esmeralda había decidido ausentarse por un tiempo, y Eugenia, con sus manos torpes y su paciencia limitada, no podía lidiar sola con las demandas de Pablo. Valentín sentía que cabeza le estallaba, atrapado entre la inquietud y la impotencia.

la

Jazmín se acercó con una taza humeante entre las manos y una sonrisa suave.

-Te traje tu café favorito, Geisha de proceso natural. Pruébalo, a ver qué te parece.

-No, gracias, Jaz. Ya me tomé dos tazas hoy y mejor paro aquí.

En su mente resonó la voz de Esmeralda, nítida como un eco persistente, advirtiéndole sobre su corazón frágil y el exceso de café.

Jazmín se dejó caer a su lado en el sofá, con un mohín apenas disimulado.

-¿Qué pasa? ¿No te gusta cómo lo preparo?

-No es eso, de verdad.

Valentín esbozó una sonrisa cansada, casi rendida, y tomó la taza entre sus dedos, cediendo al

gesto.

Al fin y al cabo, lo que decía Esmeralda no siempre era ley, pensó, mientras el aroma intenso del café le envolvía. Tras un sorbo, la voz de Jazmín rompió el breve silencio.

-¿Entonces Esme sigue sin volver? ¿Y cómo está Pablo en casa?

-No muy bien, la verdad.

Valentín frunció el ceño, una sombra de preocupación cruzándole el rostro.

-Hoy en la mañana, Eugenia le puso una camisa que no era la suya y el pequeño se puso a llorar en su cuarto. Diez minutos tardó en calmarse antes de salir al jardín de niños.

-Ay, los niños son un torbellino a veces. Eugenia no da abasto sola, pobrecita.

Jazmín le dedicó una sonrisa comprensiva, cálida como el sol de la tarde.

-¿Y si me quedo en tu casa un tiempecito? Pablo me quiere mucho y, la verdad, yo lo adoro.

Valentín estuvo a punto de asentir, pero una imagen fugaz de Esmeralda lo detuvo: su furia contenida, sus reproches afilados la última vez que Jazmín estuvo cerca. Si se enteraba, el desastre sería inevitable.

-Mejor no, Jaz.

Hizo una pausa, buscando las palabras justas.

-Estás hasta el cuello con el trabajo. Creo que voy a pedirle a mi mamá que venga a echarme

una mano.

-¿Tu madre? ¿De verdad crees que podrá con todo?

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La sonrisa de Jazmín se tensó, como una cuerda a punto de ceder. Algo en su plan se torcía, y lo sabía. Había calculado que Valentín, agobiado por el trabajo y el caos doméstico, no rechazaría su ayuda. ¿Qué había cambiado? ¿Acaso Esmeralda, incluso estando tan lejos, seguía moviendo los hilos? Esa mujer insufribleapenas se había ido y aún lograba interponerse.

-Mi mamá no tiene gran cosa que hacer estos días. Le va a encantar cuidar de su nieto.

Jazmín estuvo tentada a insistir, pero conocía bien a Valentín: cuando tomaba una decisión, no

había vuelta atrás.

-Está bien, entonces. Me alivia saber que Pablo estará en buenas manos. Es tan pequeño, necesita a alguien que lo mime.

Sus palabras, dulces y medidas, rozaron el alma de Valentín. Él dejó la taza sobre la mesa y la miró con gratitud sincera.

-Qué bueno tenerte cerca, Jaz.

-Ay, no digas eso, no hace falta ponerse sentimentales. Me voy a trabajar, ¿?

-Claro, ve con cuidado.

Al girarse, la máscara de ternura en los ojos de Jazmín se desvaneció, dejando paso a un brillo de pura frustración. Maldita sea. ¿Cuánto más tendría que esperar? Llevaba demasiado tiempo orbitando en esa posición incierta. ¡Tenía que ser la señora Espinosa, y pronto!

Tras el trabajo, Valentín condujo hasta la casa de sus padres para recoger a Margarita. Al llegar, encontró a Rubén Espinosa sentado en el comedor, con una taza de café entre las manos. Al verlo entrar solo, su ceño se arrugó como un papel viejo.

-¿Y Esme?

Margarita salió de la cocina, con el rostro endurecido por el disgusto.

-No me hables de esa mujer. Se largó y ni señales de volver.

-¿Qué pasó aquí?

La voz de Rubén se alzó, grave y exigente.

-Esa muchacha no es de las que se va así nomás. Valentín, ¿qué hiciste para que Esme se enojara tanto?

Valentín sintió un nudo de frustración en el pecho.

¿Qué hice yo de malo?, se preguntó, mientras el cansancio de cargar con la familia y el trabajo le pesaba por completo.

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