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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 62

Capítulo 62

Esmeralda se quedó inmóvil por un instante, con una sombra de incomodidad cruzándole el rostro. Sus labios se movieron apenas, dejando escapar un murmullo casi inaudible.

-David

David, con un gesto rápido, se apartó de la entrada y le abrió paso.

-Entra, por favor, siéntate.

A esa hora, el bullicio de la facultad se había desvanecido. Los pasillos estaban silenciosos, los maestros se habían marchado y la oficina, bañada por la luz suave de una lámpara, parecía un refugio solitario habitado solo por David. Esmeralda tomó asiento con delicadeza, y él, con un movimiento ágil, le ofreció una taza de café humeante que llenó el aire con un aroma cálido y reconfortante.

-Hace años que no nos vemos, ¿verdad?

-Sí.

Ella asintió, sus ojos paseándose por los documentos desordenados sobre el escritorio de David. Esas palabras, que alguna vez resonaron con familiaridad, ahora se sentían como ecos de un pasado distante, cubiertas por una pátina de nostalgia y extrañeza. David se frotó las manos, un gesto torpe que delataba su inquietud, antes de decidirse a romper el silencio.

-¿Viniste hoy solo para saludar a los maestros y compañeros? ¿O hay algo más?

-Estuve en un evento en el auditorio.

-Ah, claro, un evento. Me llegaron rumores de una charla sobre economía. Dicen que te casaste con un empresario, ¿no? Tiene sentido que ahora quieras empaparte más de esos

temas.

David asintió mientras hablaba, pero en sus ojos brillaba una melancolía sutil, como si cada palabra escondiera un peso que no alcanzaba a nombrar. Parece que, al final, no volverá a este mundo académico, pensó, y su rostro dejó entrever un dejo de resignación. Sin embargo, Esmeralda apenas lo notó, perdida en sus propios pensamientos.

-Compañero, Manuel¿cómo está? ¿Sigue bien de salud?

-¡Mejor que nunca! El año pasado, en las competencias deportivas de la escuela, el viejo se apuntó a la carrera de mil metros y, ¿sabes qué? ¡Quedó en tercer lugar!

Una sonrisa leve iluminó el rostro de Esmeralda al imaginar a Manuel, con sus setenta y tantos años, desafiando al tiempo con esa energía inagotable. David se rascó la cabeza, dudando un instante antes de soltarlo todo.

-Esme, ¿no has pensado en ir a verlo? Manuel no deja de mencionarte. En su momento, rechazaste su oferta de doctorado directo y luego la maestría. Creo que deberías hablar con él, disculparte en persona y aclarar las cosas.

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Capitulo

Al escuchar eso, Esmeralda sintió un nudo apretarse en su pecho, como si una mano invisible estrujara su corazón.

-Compañero, justamente vine a verte por eso. Necesito aclarar algo. Cuando hice el examen para la maestría con Manuel, ¿no fue que no aprobé?

David frunció el ceño, desconcertado.

-¿No aprobaste? ¿De qué hablas? Ese año, la nota de corte nacional estaba por encima de trescientos ochenta, ¡y sacaste casi cuatrocientos cinco! La facultad incluso enmarcó tu examen para presumirlo con los estudiantes.

En ese instante, algo estalló dentro de Esmeralda, como si una chispa encendiera un polvorín olvidado. Abrió la boca, pero no salió palabra alguna. La sangre parecía correr al revés en sus venas, un torrente que rugía en sus oídos y ahogaba todo sonido. En su mente, una imagen nítida: Valentín, con una sonrisa torcida, mostrándole una boleta de calificaciones que juró era la suya. Te faltaron muchos puntos, le había dicho, y ella, confiada, lo creyó. ¿Cómo había sido tan ciega?

David, alarmado por el repentino palidecer de su rostro, se inclinó hacia ella y le tomó el brazo con suavidad.

-Esme, ¿estás bien?

Ella parpadeó, aturdida, y tardó un momento en enfocar la mirada. Sus ojos, llenos de confusión, buscaron los de David.

-Compañero, ¿puedes ayudarme a encontrar mis calificaciones de aquel entonces?

-¡Claro que ! Hasta puedo desenterrar tu examen si quieres.

Diez minutos después, Esmeralda sostenía en sus manos una hoja que marcaba una puntuación total de cuatrocientos cincuenta y dos. La tinta parecía burlarse de ella, cada número un golpe que reverberaba en su interior. Una náusea amarga le subió por la garganta, como si algo podrido se hubiera asentado en su alma. Fue Valentín. Él había falsificado todo, la había engañado para que creyera que había fracasado. Y ella, en su inocencia, había renunciado a sus sueños y aceptado una vida que no quería.

-Esme, ¿qué pasa? ¿En serio no sabías tus resultados de entonces?

David, con el ceño fruncido, también percibía que algo oscuro se escondía tras esa revelación.

-En su momento, Manuel te llamó por teléfono.

¿Teléfono? Esmeralda se quedó inmóvil, buscando en su memoria. No recordabá ninguna llamada. Mientras su mente giraba en un torbellino de dudas, una voz grave y familiar cortó el aire desde la puerta.

-La llamada de aquel entonces no la recibió ella.

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