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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 74

Capítulo 74

Margarita dejó escapar un suspiro largo y profundo, como si el aire mismo llevara el peso de sus ambiciones. Quería deslizar con sutileza el tema de los negocios entre las familias, pero la presencia de las otras damas, con sus miradas curiosas y sus sonrisas contenidas, la hizo titubear. Guardó silencio, aguardando el instante preciso, mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con el asa de su bolso.

Teresa, con la taza de café entre las manos, le lanzó una mirada fugaz. Al ver que Margarita no mostraba intención de marcharse, decidió extenderle una cortesía mínima. Con un gesto elegante, señaló la bandeja de porcelana sobre la mesa.

Margarita tomó la taza que le ofrecieron y dio un sorbo lento, mientras el aroma cálido del café se mezclaba con las voces de Teresa y sus amigas. Hablaban de asuntos que se le escapaban: exposiciones de arte, viajes a Europa, nombres que sonaban a prestigio inalcanzable. Entonces, con un brillo astuto en los ojos, Margarita alzó la voz, buscando un hueco en la conversación.

-Señora Santana, por nuestra edad, ¿no le parece que estamos más o menos en la misma etapa? Aunque, debo decir, su piel tiene un brillo que la mía no alcanza ni en sueños.

-¿De verdad? -respondió Teresa, con una sonrisa cortés que apenas rozaba la superficie de sus labios, sin dejarse impresionar.

-¡Claro! -insistió Margarita, inclinándose ligeramente-. Se ve radiante. Seguro usa algo especial, ¿no? Yo he probado cremas de lujo, pero ninguna me convence del todo.

Teresa esbozó otra sonrisa, esta vez más tibia, pero antes de que pudiera responder, Margarita se apresuró a continuar.

-Últimamente de un suplemento nuevo, hecho con huevas de peces exóticos, de esos que viven en las profundidades del mar. Dicen que rejuvenece la piel como por arte de magia. Estoy tentada de probarlo.

Giró la cabeza hacia las demás con entusiasmo.

-¿Alguna de ustedes lo conoce? Si les interesa, puedo conseguir más para que lo prueben. , es caro, pero por lucir así de bien, cualquier precio vale la pena, ¿no creen?

Margarita sonreía con aire triunfal, segura de haber encontrado el anzuelo perfecto. Desde que llegó, había planeado este tema con esmero, imaginando que esas damas ricas caerían rendidas ante su iniciativa. Si lograba encajar entre ellas, los contactos para la empresa de su hijo estarían asegurados. ¡Qué diferencia con su nuera Esmeralda, tan inútil para estas cosas!

Pero su ilusión duró poco. Al levantar la vista, notó un cambio sutil en los rostros de las presentes: cejas arqueadas, labios apretados, una incomodidad apenas disimulada. Una de las señoras, con una sonrisa educada pero firme, rompió el silencio.

-Gracias, Margarita, pero no me interesa. Mi hija trabaja con una organización que protege los océanos. No podría apoyar algo que afecte la vida marina.

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Capitulo 74

Otra asintió, cruzando los brazos con serenidad.

-Mi hijo es biólogo y siempre me habla de las especies en peligro. Yo tampoco consumo esas

cosas.

La sonrisa de Margarita se torció, atrapada en un rictus de incomodidad. Sus ojos buscaron a Teresa, esperando un salvavidas. Pero esta solo inclinó la cabeza en un gesto leve,

respaldando a sus amigas sin necesidad de palabras.

-Ah, entiendo-balbuceó Margarita, sintiendo el calor subirle al rostro-. Solo estaba repitiendo lo que me contaron, no lo pensé bien. Pero ahora que lo dicen, tienen toda la razón.

El aire se volvió denso, cargado de un silencio que Margarita deseó tragarse junto con sus palabras. ¡Malditas huevas de pescado! ¿En qué estaba pensando? Las señoras, con elegancial discreta, cambiaron de tema y, poco después, se despidieron con excusas corteses, dejando tras de un eco de pasos y risas lejanas.

Margarita se puso de pie, pero no se retiró. En lugar de eso, se acercó a Teresa con una sonrisa que intentaba ser cálida.

-Margarita, ¿hay algo más en lo que pueda ayudarte? -preguntó Teresa, su tono sereno pero con un filo de impaciencia.

-Señora Santana, mire, lo que pasa es que mi hijo me comentó que parece haber un malentendido entre nuestras familias. Y, bueno, eso podría haber afectado algunos negocios

Los ojos de Teresa se ensombrecieron, un destello de fastidio cruzando su mirada.

-¿Entonces vienes a reclamarme algo? -dijo, su voz calma pero cortante, como un hilo de acero tensado al límite.

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