Capítulo 81
El asistente, con una mezcla de apuro y vergüenza, sostuvo entre sus dedos la botella sin etiqueta, como si temiera que su simple tacto revelara un secreto incómodo.
-Este… parece que fue la señora quien lo preparó para usted -murmuró, casi tartamudeando.
Valentín alzó la mirada, y un destello de irritación cruzó sus ojos, afilados como el borde de un cristal roto.
-¿Y qué con eso? Si lo preparó ella, ¿no puedes salir y conseguir algo igual?
El asistente apretó los labios, atrapado en un dilema silencioso. Tras un instante de lucha interna, dejó escapar un suspiro resignado.
-Señor Espinosa, estas medicinas no se venden por ahí. La última vez le pregunté a la señora y me dijo que era una receta especial suya, algo único.
-¿Cómo?
Jazmín Varela, que en ese momento cruzaba el umbral con pasos ligeros, captó las últimas palabras y se acercó con una chispa de nerviosismo bailando en su rostro.
-¿Medicinas caseras? No puede ser en serio, ¿o sí?
El asistente, sobresaltado por la interrupción, retrocedió un paso y se apresuró a matizar.
-Bueno, no estoy seguro, tal vez la señora solo estaba bromeando.
Jazmín clavó una mirada seria en Valentín, su tono adquiriendo un matiz de advertencia.
-Valentín, ya te lo he dicho mil veces: no puedes seguir tomando esas cosas. Recuerdo cómo Esmeralda te hacía esos remedios caseros. Toda medicina tiene su riesgo, y ella no es médico. ¿Y si te termina haciendo daño?
Con un movimiento decidido, Jazmín se inclinó hacia él y le arrancó la botella vacía de las
manos.
-Mejor que se haya acabado. Así no te expones a que te pase algo–sentenció, y con un gesto teatral, la lanzó al cesto de basura frente a los ojos de Valentín.
Él frunció el ceño apenas un instante, una sombra de protesta asomándose a sus labios, pero la contuvo con un esfuerzo visible y guardó silencio.
Jazmín, asumiendo un aire de autoridad natural, se volvió hacia el asistente.
-Tú, que llevas años con el señor Espinosa, ¿de verdad no puedes darte cuenta? Hay un montón de suplementos para el hígado en el mercado. Ve al hospital y trae lo mejor que
encuentres.
-Si, claro -respondió el asistente con un asentimiento rápido, aunque una nube de incomodidad lo seguía mientras salía de la oficina.
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Capítulo 81
En su mente, sabía algo que no se atrevía a decir: el presidente había probado de todo, desde suplementos caros hasta recetas de especialistas, y nada se comparaba a lo que Esmeralda le preparaba. Aquellos remedios, tan simples y efectivos, no le dejaban secuelas, a diferencia de lo que Jazmín insinuaba. Pero ¿cómo explicarlo sin contradecirla?
Una vez solos, Jazmín suavizó su voz hasta volverla un murmullo dulce y se acercó a Valentín con una sonrisa cómplice.
-Valentín, ¿tienes esa cena hoy? Si quieres, puedo acompañarte y ayudarte con unas copas.
-No hace falta -replicó él, con un dejo de cansancio-. Eres mujer, no deberías andar
bebiendo.
Jazmín, sin soltarlo, se aferró a su brazo con un gesto cálido y persuasivo.
-No te preocupes por mí. Me encanta poder apoyarte. Además, ¿qué tiene que una mujer no pueda? Yo manejaría el trabajo tan bien como cualquier hombre.
Valentín la observó un momento, y algo en sus palabras deshizo un nudo en su expresión. Era verdad: Jazmín no se parecía a Esmeralda, encerrada en su mundo de pucheros y niños, incapaz de entender más allá de las paredes de casa. Con ella, las reuniones podrían fluir de
otra manera.
-Está bien–concedió al fin-. Prepárate, salimos en un rato.
-No hay problema -respondió ella, con una chispa de triunfo en los ojos, sin despegarse de su
lado.
-Por cierto, Valentín, tengo una buena noticia para ti -añadió, bajando la voz como si compartiera un secreto.
-¿Qué noticia?
-Recordé que la última vez vi a tu madre quejándose de las piernas. Contacté a un médico especialista; creo que podría ayudarla.
El rostro de Valentín se iluminó con un brillo inesperado. Últimamente, tener a su madre en casa había sido un peso más que una ayuda. La había llevado con la idea de que cuidara a los niños y aligerara las tareas, pero entre sus dolores y quejas, poco había logrado. Que Jazmín ofreciera una solución era un alivio que no esperaba.
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