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La Guerra de una Madre Traicionada novel Chapter 156

Capítulo 156

-Estoy pagando para que mi hijo venga a aprender, no para que me hagan perder el tiempo con cada problema insignificante que surge.

-Si en su institución no tienen la capacidad de manejar conflictos infantiles, mejor cierren antes de seguir perjudicando el desarrollo de estos niños.

Las maestras del jardín permanecieron en silencio, con la mirada fija en el suelo. La política del lugar consideraba a estos pequeños como joyas invaluables a las que no se podía corregir con firmeza, dejándoles como único recurso acudir a los padres ante cualquier situación.

Frente a Gabriel, sin embargo, las educadoras no se atrevieron a evadir su responsabilidad y simplemente esbozaron una sonrisa forzada.

-Tiene toda la razón, señor Castillo, implementaremos cambios inmediatos.

Gabriel asintió y extendió un sobre hacia Sabrina.

-Esto es para ti.

Sabrina lo tomó entre sus dedos, lo abrió y después de una rápida inspección comprendió inmediatamente su contenido.

-Te lo agradezco.

Gabriel dirigió una mirada discreta hacia Romeo. -La señorita tiene pendientes que atender, hoy te vienes conmigo.

-Claro, papá -respondió Romeo con obediencia perfecta-. Señorita Sabrina, mañana regreso para nuestra clase de piano.

-De acuerdo -Sabrina agitó su mano ligeramente, despidiéndose del pequeño.

Tras la partida de Gabriel y su hijo, las maestras también se retiraron una tras otra, dejando el espacio despejado.

Sabrina se volteó hacia André:

-Necesito hablar contigo sobre un asunto importante.

-Lo discutiremos en casa -respondió él, dándose la vuelta.

El jardín de infantes no era el lugar adecuado para esa conversación, así que Sabrina aceptó sin protestar.

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Al salir del establecimiento educativo, todos se dirigieron hacia el vehículo de André.

Él observó el rostro inflamado de Araceli. -Te llevaré primero, ¿prefieres ir a tu casa o al hospital?

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-André, no te preocupes por -intervino Araceli apresuradamente-. y la señorita Ibáñez tienen cosas importantes que tratar, puedo irme sola.

-Te lo digo por última vez, sube al auto -la voz de André adquirió un tono severo y definitivo.

Araceli intentó insistir, pero al notar la expresión implacable de André, decidió guardar silencio.

Por fortuna, Sabrina tenía asuntos pendientes con André, lo que le daría tiempo suficiente para elaborar una justificación convincente sobre los recientes acontecimientos.

Se acercó a la puerta del copiloto dispuesta a subir cuando la voz profunda de André cortó el aire.

-Atrás.

Araceli se detuvo en seco, mientras un destello de resentimiento cruzaba su mirada, aunque

mantuvo intacta su expresión de dulzura característica.

-Como digas.

Abrió la puerta trasera y con tono amable dijo: -Thiago, entra primero, por favor.

-Gracias, señora Vargas -respondió el niño con formalidad distante.

Los dedos de Araceli se tensaron involuntariamente.

Cada vez que Thiago sospechaba de ella, la llamaba señora Vargas, marcando una deliberada distancia entre ambos.

De no ser por la constante presencia de Sabrina, ya habría conquistado por completo la confianza del pequeño.

Ahora, sin embargo, tanto el padre como el hijo comenzaban a dudar de ella, alejándola progresivamente de su objetivo.

Esta conclusión intensificó su resentimiento hacia Sabrina, que crecía como una sombra

dentro de ella.

Sabrina abrió la puerta y ocupó el asiento del copiloto con naturalidad.

Cuando estaba a punto de abrocharse el cinturón de seguridad, notó un pequeño adhesivo que señalaba aquel lugar como reservado para alguien específico.

Quedó momentáneamente desconcertada mientras un destello de ironía atravesaba su mirada. ¿Así que este asiento le pertenece exclusivamente a Araceli?

Antes de la aparición de Araceli en sus vidas, Sabrina rara vez acompañaba a André en sus salidas, y mucho menos viajaba en su automóvil.

En las contadas ocasiones que lo hacía, siempre optaba por sentarse junto a Thiago en la parte

trasera.

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Tras notar el adhesivo, Sabrina examinó discretamente el interior del vehículo.

Descubrió un amuleto colgando del espejo retrovisor, claramente un regalo femenino que desentonaba con el estilo sobrio de André, además de una alfombrilla con un diseño infantil y delicado.

Incluso percibió aquel aroma característico que había detectado anteriormente en Araceli.

Sabrina comprendió entonces que el automóvil estaba completamente impregnado con la presencia de otra mujer, una sensación que le resultó profundamente repulsiva.

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