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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 504

Antes de que Celia pudiera decir algo, César ya le había indicado al chófer que arrancara. La "cita" a la que se refería César no era solo para ellos dos. Celia lo acompañó hasta el centro de entretenimiento más grande de Ficus, donde tomaron un ascensor panorámico hasta la última planta.

Al entrar en el lujoso y espacioso reservado, se encontró con un espectáculo de música y baile; un mundo lleno de lujo. Un hombre de mediana edad, vestido formalmente, se acercó a César y le tendió la mano.

—Mucho gusto, señor Mendoza. Me llamo Doren Pino. Llevo diez años conociendo al señor Miguel Rojas. Me habló de usted hace tiempo. Es un honor —lo saludó con cortesía.

César inclinó levemente la cabeza.

—Encantado.

El otro lo invitó a sentarse. Celia, siguiéndolo de cerca, se sentó a su lado. Lo miró confundida, sin entender por qué la había traído allí.

Poco después de sentarse, varias personas se acercaron a entregarle tarjetas de presentación. Durante las conversaciones, César siempre se mostró sereno y en control, ya fuera en saludos superficiales o discusiones más profundas, como si hubiera nacido para este tipo de entornos.

Celia permaneció sentada en silencio, tratando de pasar desapercibida. Pero gradualmente se dio cuenta de que esa no era una simple reunión social, sino más bien una partida silenciosa. Todos utilizaban las palabras para tantear y las miradas para medir. Detrás de las interacciones casuales, se ocultaban complejas redes de intereses. Ella no pudo evitar mirar de nuevo a César. Su mirada permanecía tranquila, pero era inescrutable.

Durante el evento, un hombre de mediana edad, elegantemente vestido, se acercó con una copa en la mano.

—Señor Mendoza, ¿es esta señorita su novia? Me resulta algo familiar —dijo el hombre.

Antes de que Celia pudiera responder, César sonrió con despreocupación y le explicó:

—Es la hija de Enzo Rojas. El señor Miguel Rojas me pidió que la trajera a la cena para que amplíe un poco sus horizontes.

—¡Ah, ya veo! Con razón me parecía familiar. —Sonrió el hombre y se apresuró a brindar con Celia.

Ella no se rehusó, tomó la copa de la mesa y la alzó. A partir de ese momento, le resultó imposible permanecer invisible. Muchos se acercaron a conversar para mostrarle amabilidad, y no pocos le entregaron sus tarjetas. Celia, ante tanta insistencia, las aceptó todas. Nunca había experimentado una situación así y se sentía algo nerviosa. Al final, miró a César, quien había permanecido imperturbable todo el tiempo.

Capítulo 504 1

Capítulo 504 2

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