Nicolás apretó ligeramente los dientes y luego, sonrió con amargura.
—¿Por qué crees que el final sería el mismo?
—Porque el matrimonio cambia por muchos factores. No basta con el amor. También están los aspectos materiales, incluida la diferencia entre las familias de ambas partes. Si me hubiera casado contigo como la hija de los Sánchez en ese entonces, ¿crees que nuestro matrimonio hubiera sido feliz? Quizás tú habrías estado de mi lado, o quizás no. Pero tu madre definitivamente me habría rechazado, como lo que hizo Marta. En tu familia, yo también habría tenido que vivir como caminando de un hilo y seguir todas las reglas.
Lo miró en los ojos, y continuó después de un suspiro.
—No puedo garantizar que este camino que no he recorrido antes será mejor que el viejo, pero al menos, puedo ver con claridad estos problemas según mi experiencia. No quiero que ambos quedemos atrapados en una relación destinada a ser difícil, y mucho menos verte cargar con la presión y el conflicto familiar por mi culpa.
Nicolás la miró en silencio. Su mirada era tan profunda que le resultaba inescrutable a Celia. El aire en la oficina parecía haberse vuelto aún más pesado, como si el tiempo también se hubiera detenido. Después de varios segundos, él finalmente habló, con una sonrisa resignada.
—Ahora sí que tienes muchas preocupaciones.
—Después de todo, ya me he divorciado. Tras acumular decepciones sobre el matrimonio, es normal tener más reservas —respondió Celia, también con una sonrisa.
Nicolás no dijo nada más. Había considerado que ella podía rechazarlo, pero no imaginó que sus razones serían tan directas y realistas. Sabía que su madre tenía prejuicios contra Celia. Incluso si ella aceptara estar con él, ¿podría él mantener la relación? Su abuelo era su maestro. Por sentido común y afecto, lo último que ella querría era llegar a un punto de ruptura con su mentor, ¿no?
—En cuanto a la financiación, no cargues con todo solo. Aunque no tengamos una relación, eso no significa que tengamos que romper nuestra amistad, ¿cierto?
Celia hizo la última pregunta en voz baja. Él se quedó sin palabras.
—¿Crees que soy ese tipo de persona?
Ella suspiró con alivio y sonrió.
—Me alegra oírlo.


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