Capítulo 56
Isaac permanecía erguido junto a la ventana, su figura recortada contra el cristal mientras sostenía el teléfono con firmeza. El rumor de pasos en la puerta lo hizo girar la cabeza, y al ver a Esmeralda, le indicó con un gesto suave que pasara. Murmuró unas palabras más al aparato antes de colgar con un movimiento preciso.
-¿Ya está descansando tu abuela? -preguntó, volviendo su atención hacia ella.
-Sí, se quedó dormida hace un rato -respondió Esmeralda, asintiendo mientras tomaba asiento frente al escritorio, con las manos cruzadas sobre el regazo.
-No fue mi intención escuchar tu llamada añadió, un leve rubor tiñendo sus mejillas-, pero… ¿vas a dar un discurso de pie?
-Así es -confirmó Isaac, su expresión tornándose más grave-. El Instituto Humanista San José organizó una conferencia internacional de economía y me invitaron a participar.
Esmeralda dejó escapar un pequeño jadeo, sus ojos brillando con sorpresa. El Instituto Humanista San José… el lugar donde había forjado sus sueños.
-¿Tú también estudiaste ahí? -preguntó, inclinándose ligeramente hacia él.
-Sí, hice la carrera allí antes de irme al extranjero. ¿Y tú? -respondió Isaac, observándola con curiosidad.
Esmeralda soltó una risa breve, teñida de nostalgia.
-Yo también me gradué de ahí, pero intenté entrar al posgrado y… no lo conseguí.
Isaac frunció el ceño, apenas un instante.
-¿No lo conseguiste?
Con el talento que ella demostraba, eso parecía improbable. Esmeralda dejó escapar un suspiro, sus hombros cayendo sutilmente.
-Fue después de casarme. Había dejado los estudios por un tiempo y, bueno, supongo que perdí el ritmo. Pero ya es cosa del pasado -dijo, sacudiendo la cabeza como para desprenderse de los recuerdos. ¿Cuánto va a durar tu discurso?
-Una hora y media -respondió él, con voz firme.
-¿Y crees que tus piernas aguantarán tanto? -insistió ella, mirándolo con preocupación.
Isaac guardó silencio, sus labios apretándose en una línea antes de admitir:
-No más de cuarenta minutos.
Esmeralda exhaló un sonido suave, casi un silbido. Cuarenta minutos. Eso no bastaría, ni de cerca. ¿Y si en medio del discurso sus fuerzas lo abandonaban? Reflexionó un instante, tamborileando los dedos sobre su rodilla, antes de alzar la vista hacia él.
1/2
16:24
Capitulo 56
-Tal vez pueda ayudarte -propuso, su voz cargada de una determinación serena.
El Instituto Humanista San José se alzaba como un bastión de conocimiento, una institución centenaria que resplandecía con prestigio. Cada año, cientos de jóvenes soñaban con cruzar sus puertas, atraídos por su legado. Cuando Esmeralda estudiaba allí, apenas una muchacha, pasaba largas tardes atrapada entre libros de medicina antigua bajo la tutela de su maestro, lo que la mantuvo apartada de la vida social de sus compañeros. Sin embargo, su nombre había dejado una huella imborrable en aquellos pasillos.
Acompañada de Isaac, recorrió el campus con pasos lentos, dejando que las memorias la envolvieran como una brisa suave. Apenas habían avanzado unos metros cuando dos chicas jóvenes se acercaron, sus rostros iluminados por una mezcla de timidez y entusiasmo.
-Disculpa, ¿eres Esmeralda Loyola? -preguntó una de ellas, casi conteniendo el aliento.
Esmeralda se detuvo, parpadeando sorprendida, y asintió con una sonrisa tentativa. Las muchachas se cubrieron la boca, incapaces de ocultar su emoción.
-¡Dios mío, es ella de verdad! ¡Es Loyola! – exclamó la otra, sus ojos brillando.
-Te admiro tanto, no tienes idea -continuó la primera, parlando con rapidez-. Todos nuestros apuntes de estudio vienen de los que tú hiciste hace años.
-¡El profesor Galindo no para de mencionarte en cada clase! -añadió su compañera, casi saltando de alegría.
Esmeralda se quedó inmóvil, el asombro pintado en su rostro. ¿Manuel Galindo hablando de ella? ¿Todavía?
-Un momento -interrumpió, su voz temblando apenas-. ¿Se refieren al profesor Galindo?
-¡Sí, claro! -respondió una de las chicas, asintiendo vigorosamente-. Manuel te idolatra. Siempre empieza las clases elogiándote por al menos diez minutos.
-Dice que eres la estudiante más brillante que jamás tuvo, su mayor orgullo como maestro -agregó la otra. Pero… ¿por qué no quisiste ser su estudiante de posgrado, Esmeralda?
Un zumbido leve resonó en los oídos de Esmeralda, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Su mente voló al año de su graduación. Recordó la voz cálida de Manuel al teléfono, insistiendo en que considerara el doctorado directo. Pero ese programa exigía un año en el extranjero, y en aquel entonces, su vida giraba alrededor de Valentín y los planes que la familia Espinosa tenía para ellos. Irse no era una opción. Así que, con el corazón en un puño, había rechazado la oferta de su mentor.
212
Comments
The readers' comments on the novel: La Falsa Muerte de la Esposa