—¡Tienes razón! ¡Debe de haber un inhibidor aquí! ¡Vamos pronto a buscarlo!
La multitud, iluminada por la idea, se aferró a ese rayo de esperanza, sin querer rendirse fácilmente. César la miró, sonriendo.
—Tu cabecita aún funciona con calma.
Ella le lanzó una mirada fulminante. ¿Cómo se atrevía a bromear en una situación así? Sin hacerle más caso, ella se volteó y se unió a los demás en la búsqueda del inhibidor. Nicolás, al darse la vuelta, se detuvo de repente y miró a César.
—Señor Herrera, no parece estar muy preocupado por no poder escapar, ¿eh?
—Y usted también parece bastante tranquilo, ¿no es así?
Nicolás no lo negó.
Quince minutos después, el personal solo había encontrado diez chalecos salvavidas y seis flotadores, que eran completamente insuficientes para todos. Por suerte, el esfuerzo de todos dio frutos: encontraron el inhibidor en el crucero. Justo cuando alguien iba a destruirlo, César gritó a todo pulmón para detenerlo:
—¡Espere…!
Pero, para su desgracia, fue un segundo demasiado tarde. Cuando el inhibidor se estrelló contra el suelo, un silencio repentino cayó sobre ellos: la cuenta regresiva en la pantalla de repente se aceleró, emitiendo un molesto sonido mecánico.
Todos palidecieron al instante. En ese momento, ya no había lugar para los modales. Cada uno luchaba por ese rayo de esperanza. El llanto de los niños, los gritos desesperados de los adultos y el sonido de los segundos formaban una escena de caos absoluto.
La oscuridad de la naturaleza humana quedó grabada a fuego en ese instante.
Celia se quedó paralizada en su sitio. Había pensado que, sin el inhibidor, tal vez tendrían una oportunidad de sobrevivir, pero al final se había equivocado.
¿Había sido ella quien condenó a todos? Un zumbido llenó sus oídos, dejándola incapaz de reaccionar.
De pronto, alguien la agarró y la arrastró hacia afuera. Su cuerpo no tuvo tiempo de reaccionar y no vio quién era. Solo supo que esa persona la protegía con todas sus fuerzas.
Y fue entonces cuando la lámpara del techo se desplomó. Celia fue empujada violentamente y cayó al suelo. Cuando volteó la mirada, César estaba atrapado bajo la pesada lámpara de cristal.

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