Celia le dio un codazo en el costado y le advirtió en voz baja:
—Creo que solo quieres aprovecharte de mí.
Él, con naturalidad, rodeó su cintura y avanzó a paso largo entre la multitud.
—Estoy abrazando a mi propia esposa. Eso no cuenta como un aprovechamiento.
Ante los ojos de los presentes, la joven pareja parecía muy enamorada. El amor en la mirada del hombre y la tímida contención en los ojos de la mujer formaron un cuadro idílico. Y esta escena llegó, justo en ese momento, a la vista de Nicolás.
Cuando Celia lo miró, se sorprendió un poco y luego desvió la mirada. César, sin disimulo, enfrentó su mirada y se acercó a él junto con Celia.
—Señor Gómez, ¿también le interesan las bodas?
Nicolás respondió sin inmutarse:
—Si a usted le interesan, ¿por qué a mí no?
—Siempre que a usted le plazca —César hizo una pausa y lo miró con desprecio—. Quizás en esta fiesta, el joven Gómez también pueda conquistar a su bella dama.
Nicolás guardó silencio. En ese momento, la voz de Mario sonó desde la tarima. Pero, extrañamente, Mario no estaba presente en persona, sino que se dirigía a todos a través de un video en la pantalla gigante. Comenzó con los discursos de rigor, y todos los presentes se sumergieron en la alegría de brindar por los novios.
Un camarero se acercó silencioso a Celia con una copa y, al entregársela, metió discretamente un papel doblado en su mano. Celia, en silencio, lo apretó en su mano. Dejó la copa a un lado y salió de entre la multitud sin causar ningún ruido. Tanto César como Nicolás notaron su comportamiento inusual al mismo tiempo.
***
Al salir del salón, Celia evitó al personal de servicio, la vista de los guardaespaldas y las cámaras de seguridad, y se dirigió a un rincón desierto para revisar el papel que solo contenía unos pocos nombres.
Probablemente era de Luna. Entre los nombres estaban los de Antonio y Rodolfo. Antonio no había venido hoy. En su lugar estaba Nicolás, pero Rodolfo y su esposa sí estaban presentes. No obstante, los Quiroga y los Ruiz habían invitado a muchísima gente a la boda, ¿por qué solo estaban estos nombres? ¿Habría algo especial en ellos?
Celia no pudo evitar apretar el papel arrugado. En ese momento, sonó su celular. Era una llamada de Ben y lo atendió.
—Hola, ¿Ben?

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