Al ver a la supervisora, las enfermeras se callaron de inmediato y se dispersaron para ocuparse de su trabajo. Adela entró en la oficina de Nicolás, donde también estaba Dylan, quien se levantó a saludarla.
—Adela.
Ella saludó sonriendo.
—Quiero hablar con Nicolás a solas.
—Claro —Dylan lanzó una mirada preocupada a Nicolás antes de salir de la oficina y cerrar la puerta.
Nicolás dejó a un lado los documentos que sostenía y preguntó:
—¿De qué quiere hablar?
—Ya he aclarado lo de la pareja Rivas. No imaginé que Sía también estuviera involucrada en esto, pero no te preocupes, ya he resuelto el problema.
Adela bajó la mirada, y su tono traslucía cierta impotencia. Temía seriamente que su hijo la malinterpretara y creyera que había sido ella quien había tramado todo. Levantó la cabeza y su mirada se posó de nuevo en la cara de Nicolás, intentando captar alguna emoción en su expresión.
Pero Nicolás no respondió. Se reclinó en su silla y golpeó ligeramente el escritorio con los dedos, como si estuviera reflexionando. Tras un momento, preguntó con calma:
—Entonces, ¿ha venido hoy solo para decirme eso?
—Es que estaba preocupada...
—Sé que no tuvo que ver con usted. No tiene por qué explicarse.
Al oír esto, Adela se sorprendió. En ese momento, no sabía si sentirse aliviada o apenada. Por un lado, se alivió mucho, porque al menos su hijo no creía que ella lo hubiera hecho; por el otro lado, se sentía apenada, porque la actitud de su hijo hacia ella no había cambiado mucho… Se dio la vuelta para irse, pero al llegar a la puerta, se detuvo de repente y miró hacia atrás.
—¿En verdad solo te casarás con Celia Sánchez? —preguntó.

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