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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 479

En el pueblo pesquero de Villa Ribera, Beatriz se estaba maquillando frente al tocador cuando la puerta se abrió de golpe. Dos guardaespaldas entraron y se hicieron a un lado, dejando pasar a Mario, cuya expresión ya estaba completamente sombría. Ella dejó el lápiz labial y mostró una sonrisa como si nada hubiera pasado.

—Con esa cara... ¿malas noticias?

Mario se detuvo detrás de ella, apoyó las manos en el respaldo de la silla y se inclinó lentamente hacia ella, mirando su reflejo en el espejo.

—Esa no debería ser tu primera pregunta.

La sonrisa de Beatriz se tensó ligeramente. Enfrentó su mirada en el espejo.

—¿Qué quieres decir?

—Con todo el alboroto armado, definitivamente sabes lo que ocurrió. —La mano de Mario rozó el cuello de Beatriz—. Tu primera reacción no debería haber sido esta.

Al terminar de hablar, su mano se cerró alrededor de su garganta sin darle oportunidad de reaccionar. La sensación repentina de asfixia hizo que Beatriz forcejeara violentamente, intentando liberarse con todas sus fuerzas.

—¡Mario! ¿¡Es que te has vuelto loco!?

¡PAF!

El sonido de la cachetada resonó en la habitación. Beatriz cayó contra el tocador por el golpe y todo lo que había sobre él cayó al suelo. Se llevó la mano a la mejilla, aturdida por lo sucedido. No podía creer que ese hombre la hubiera golpeado. Era la primera vez.

—¿Tú... me pegaste? —preguntó con incredulidad.

Mario le agarró del pelo, presionándola contra el tocador, obligándola a ver su propio reflejo descompuesto en el espejo. Su mirada era despiadada.

—¡Jefe! ¡Vienen patrullas de policía!

Mario se quedó petrificado por unos segundos, luego borró la aflicción y ordenó a los que estaban detrás que evacuaran con lo necesario. Los guardaespaldas y los demás también se fueron con toda rapidez. Mario se quedó de pie en la habitación un minuto entero, con su mirada posada en la mujer inmóvil en el suelo. Un largo rato después, se marchó.

***

Decenas de patrullas pronto entraron al pueblo. La policía incluso rodeó todas las entradas y salidas cercanas. Cuando Mario y los suyos partieron en sus autos, la policía acababa de llegar al lugar. Ignorando la advertencia de los agentes, ordenó al chofer que arrancara el auto y pasara por encima si era necesario.

Nuno, al ver esto, partió de inmediato con sus hombres en su persecución, avisando a los agentes en los cruces que se prepararan, por si Mario intentaba forzar el bloqueo.

Dentro del auto, Mario hizo una última llamada y apagó su celular. Luego pidió que le pasaran su bolso. El guardaespaldas en el asiento del copiloto se lo lanzó. Mario sacó del bolso una pistola corta de fabricación casera, de corto alcance, y le puso el cargador.

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