Dos días después, Celia recibió el alta y asistió al funeral de Beatriz junto a Ben. Hubo muy pocos asistentes. Aparte de Enzo, Ben y la asistente personal de Beatriz, prácticamente no se vio a nadie más de la familia Vargas. Celia no sabía exactamente qué había hecho Beatriz para que los Vargas la evitaran tanto, pero ahora, estando muerta, lamentablemente ella ya no tenía interés en ello.
Celia salió del cementerio con los Rojas. Jacob se acercó al auto y abrió la puerta trasera.
—Celia, sé que no creciste a nuestro lado, y que hay cosas que prefieres no decirnos. Pero quiero que sepas que la familia nunca ve tus problemas como una molestia —dijo Ben antes de subir.
Celia parpadeó sorprendida. Al ver la expresión de preocupación de Enzo, sintió un puntazo de culpa en su pecho. Ella compartía lazos de sangre irrompibles con los Rojas, pero fue separada de ellos durante más de veinte años. Todos esos años, en su mente, sus padres adoptivos fueron quienes la criaron.
No obstante, un día descubrió inesperadamente que no era su hija biológica, y que sus verdaderos padres eran otros... Aunque luego vino la alegría del reencuentro, ella siempre tuvo sus reservas. Siempre temía que, como no había crecido en esa familia, si les causaba problemas, sus padres biológicos se molestarían.
—Papá, lo siento, yo... —Se disculpó instintivamente.
—Mija, no tienes que disculparte conmigo. —Enzo le dio unas palmaditas en la espalda—. Si alguien debe disculparse, soy yo. Después de todo, debido a la complicada situación actual de los Rojas, estos días no hemos tenido tiempo para acompañarte, y eso te hizo sentir insegura.
Celia negó.
—Es mi culpa. Yo temía que se cansaran de mí.
Enzo puso una expresión seria.
—En este mundo, ninguno de los padres se cansaría de sus hijos. Al menos, tu mamá y yo jamás lo haremos.
Celia asintió con una sonrisa.
Al subir al auto, Enzo anunció de repente que se quedaría en Rivale para pasar la Navidad con ella, ya que era una oportunidad rara. Al oír esto, Ben se volvió desde el asiento delantero.
—Si te quedas, ¿y qué haré yo?
La expresión de Enzo se volvió un poco grave, pero al pensar en que tarde o temprano ella volvería a la familia Rojas, era bueno que entendiera la situación con anticipación.
Aunque los Rojas eran una familia adinerada en Ficus, tener un legado tan grande no siempre era una buena noticia, especialmente cuando los recursos no se distribuían equitativamente dentro de la familia. Al haber menos bienes para repartir, los conflictos aumentarían.
Enzo tenía cuatro hermanos y él era el cuarto hijo de su padre, Ferlín Rojas. Por delante de él tenía dos hermanas y un hermano. La mayor, Águila, se casó con un comerciante extranjero adinerado. La segunda, Flora, se casó con un alto funcionario en la Ciudad de Solestia. El tercero, Miguel, heredó la empresa hotelera de la familia en Ficus, y Enzo heredó el grupo financiero.
En cuanto al quinto, Andrés, siempre fue un holgazán, frecuentemente envuelto en escándalos con las actrices y modelos. El sexto, Simón, era su medio hermano, hijo de Ferlín en su vejez. Su edad no difería mucho de la de Ben. Era hijo de la actual y joven esposa de Ferlín, Mirasol Toro.
La aparición de Mirasol casi fracturó a la familia Rojas. Ferlín adoraba mucho a su nueva esposa, incluso, haciendo caso omiso de las objeciones de sus familiares, insistió en casarse con ella. Después de tener a Simón, redistribuyó los recursos que originalmente correspondían a los tres hermanos mayores y se los asignó a Simón.
Esta acción rápidamente causó el descontento de Miguel y Andrés. Habían intentado convencer a Enzo de unirse a ellos para oponerse a la decisión, pero en ese entonces, él, abrumado por la depresión de haber perdido a su hija y el colapso emocional de su esposa, optó por mudarse, sin participar en las disputas familiares.

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