Capítulo 421
Sergio dejó de sonreír. Varios segundos después, dejó de lado la taza sobre la mesa con disgusto.
Ella me ocultó el embarazo y dio a luz a ese niño sin mi permiso. Aunque él lleve mi sangre, no lo reconozco. Si quieres usarlo para chantajearme, no serviría de nada.
Beatriz no esperaba una actitud tan despiadada hacia madre e hijo. Se obligó a sonreír.
-Qué palabras más hirientes. Después de todo, yo te vi crecer.
Sergio se secó la comisura de los labios con un pañuelo y se rio con sarcasmo.
-Quién sabe. —Su expresión se tornó seria mientras se ponía de pie-. Tengo otros asuntos que atender, así que no me quedaré a comer. Adiós, tía Beatriz.
Una vez que Sergio se marchó, la sonrisa de Beatriz se desvaneció. En ese momento, recibió una llamada. La persona al otro lado le dijo:
-No puedo ayudarte con este asunto. Las investigaciones son muy estrictas, no quiero arriesgar mi propio futuro por ello.
Beatriz arrugó el entrecejo, pero finalmente no insistió.
-Entendido. Buscaré otra manera.
***
Al día siguiente, tras la cirugía, Sira fue trasladada a una habitación individual. Mientras comenzaba a despertar de la anestesia, alcanzó a oír una conversación fuera de la puerta.
Beatriz intercambió algunas palabras con un agente y consiguió diez minutos para visitarla. Cuando ella entró en la habitación, Sira abrió lentamente los ojos. Se sentó en la silla y, después de que el agente cerrara la puerta, le dijo a Sira:
-Lo siento, he estado ocupada estos días. Mi asistente contestó las llamadas en mi lugar. Como no sabía que eran llamadas tuyas, no me informó al respecto.
Sira sabía que era una excusa, pero no la confrontó. Su mirada era indiferente, como si ya hubiera perdido todo anhelo de libertad.
-Entonces, ¿por qué me visitas ahora?
Beatriz bajó la voz.
-¿En serio estás dispuesta a declararte culpable después de recuperarte?
Sira refunfuñó con desdén:
-Ya no espero que me ayudes. En cuanto a nuestra colaboración, sé que terminó aquel día.
Una chispa de sorpresa cruzó por los ojos de Beatriz, pero de inmediato su expresión volvió a la normalidad. Se tocó el brazalete que llevaba en la muñeca y habló con paciencia.
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-La señorita Núñez que yo conozco no se rinde tan fácilmente. Sé que me guardas rencor por no haberte ayudado ese día.
Sira permaneció en silencio. Beatriz la miró y suspiró.
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