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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 427

-¿Necesita a mi familia? ¿Qué quiere decir con eso?-preguntó Luna sorprendida y preocupada al descubrir las

intenciones de Mario.

Mario hizo una señal con la mano al guardaespaldas para que se la llevara. Luna, desesperada, protestó:

-¡Mis padres me están esperando!

Antes de que pudiera terminar, un dolor repentino en la nuca la hizo perder el conocimiento. El guardaespaldas la sostuvo a tiempo y Beatriz entró en ese momento.

-Si la familia Ruiz supiera tus intenciones, no aceptaría ese matrimonio.

Mario sonrió y se volvió hacia ella.

-¿Y qué? ¿Vas a delatarme?

-¿Qué ganaría yo con delatarte? -Beatriz se acercó a Luna-. Esta inconsciente. ¿Creen que pueden sacarla así del restaurante? Parece que aún me necesitan, ¿no?

Mario sonrió con indiferencia.

Una vez que Beatriz escondió a Luna, Mario regresó a la habitación. Al ver que la madre de Luna intentaba llamar a su hija, comentó con naturalidad:

-Luna me dijo que debía irse.

Jorge no esperaba eso.

-¿Ya se fue?

—Los jóvenes siempre están ocupados. Nosotros, como padres, debemos entenderlos. —Mario tomó asiento y se limpió las manos con la servilleta—. En cuanto al matrimonio, acabo de preguntarle a Luna su opinión. Dijo que nosotros nos encargaríamos de fijar la fecha. Debemos hablar un poco del tema, ¿no?

Sergio, que estaba bebiendo, detuvo su movimiento y echó un vistazo rápido a Mario.

Los Ruiz se miraron entre . Su hija, que había estado evitando el tema del matrimonio días atrás, ¿ahora cambió de opinión tan rápido?

-¿Tienen alguna otra preocupación? -preguntó Mario.

Jorge volvió en . De hecho, el cambio de Luna no le pareció tan irrazonable. Después de todo, el compromiso entre ambas familias ya estaba decidido, tarde o temprano ella tendría que aceptarlo.

-Si Luna ya está de acuerdo, la boda puede ser el próximo mes.

-Sergio, ¿qué opinas? -preguntó Mario, que había permanecido en silencio.

Sergio dejó su copa.

No tengo objeciones.

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Como habían llegado al acuerdo, los Ruiz alzaron sus copas y brindaron con los Quiroga, celebrando el compromiso.

Al abandonar el lugar, Mario y Sergio se dirigieron al estacionamiento. El guardaespaldas detuvo el auto frente a ellos. Al subir, Sergio percibió una fragancia femenina, con un fondo a jazmín intenso y pesado. Bajó la ventanilla para ventilar el aroma.

-¿Beatriz estuvo aquí? -preguntó.

Mario se aflojó los botones de los puños.

-Sí, sigue igual que antes, llena de cálculos.

-Ah, pero así le gustan las mujeres, ¿no?

-Idiota, deja de tomarme el pelo.

A Sergio le entraron ganas de fumar, pero odiaba que se quedara el olor en el auto, así que se contuvo.

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