Capítulo 454
Dos días después, el banquete de bodas se celebró en un lujoso crucero en el puerto. Aunque los invitados no eran numerosos, todos eran comerciantes adinerados y prominentes del círculo de Rivale. El estacionamiento en el muelle estaba lleno de docenas de autos de lujo, y todos los que abordaban vestían con elegancia para asistir a la gran fiesta.
La pareja Ruiz y la nueva pareja estaban en la pasarela de acceso, recibiendo a los invitados con amplias sonrisas. Frente a los saludos que recibían, correspondían con amabilidad:
-Tengan cuidado al subir.
-¡Señora Ruiz! ¿Y este debe ser su yerno?
Una dama adinerada, amiga de la señora Ruiz desde hacía afios, después de entregarle el regalo, examinó a Sergio y lo elogió:
-Qué joven más apuesto. Su hija tiene mucha suerte.
La señora Ruiz no esperó ese elogio. Sin saber cómo responderle, solo le sonrió. Antes de que pudiera decir algo, Sergio habló sonriendo con educación.
-Es usted muy amable.
-Solo dije la verdad. Pero…
La dama de repente notó la expresión sombría de Luna y mostró una expresión de vergüenza.
-Ah, pues… titubeó.
Cuando iba a añadir algo, un hombre de mediana edad a su lado la apartó con rapidez.
-Basta, basta, las charlas pueden esperar. Subamos al crucero primero, no bloqueemos el camino de otros invitados.
-Pero… ¿por qué la novia no sonríe en su gran día? -murmuró la dama confundida.
-No te metas en lo que no te importa.
Luna apretó con fuerza el ramo de flores entre sus manos, mordiéndose los labios en silencio. Sergio, impasible, se acercó a ella y dijo en un tono que solo ambos podían oír:
-¿No sabes sonreír? Dijiste que cooperarías en la boda.
Al instante, Luna esbozó una sonrisa forzada. Era una sonrisa más rara que el llanto, pero mejor eso que nada.
La señora Ruíz observó a su hija con preocupación y vio justo cómo Sergio le lanzó una mirada amenazante a Luna. Esa mirada desapareció en un santiamén, pero la sonrisa de la madre también se congeló un momento. Después de eso, se quedó en un estado distraído.
***
Celia parqueó su auto en el estacionamiento y bajó del vehículo.
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-¿El señor Herrera también vino? -alguien murmuró con curiosidad.
-No solo él. Los Quiroga también invitaron a los Gómez a esta boda. Hoy se reunirá la mayoría del círculo social.
Celia detuvo sus pasos y miró en la dirección de donde venían los comentarios para ver que César y Nicole bajaban sin prisa de un auto frente al suyo. A diferencia de su estilo serio, él llevaba debajo de su traje una camisa de cuello alto color rojo oscuro. Era un rojo no tan llamativo, pero que realzaba muy bien su tez, sin parecer en absoluto alguien que padecía cáncer. Al encontrar su mirada profunda, Celia desvió la vista y se dispuso a marcharse.
Al final viniste -dijo él detrás de ella.
Ella se volteỏ.
-Si tú puedes venir, ¿por qué yo no?
César se detuvo justo frente a ella y echó un vistazo al barco.
-¿Has pensado que esto bien podría ser un banquete peligroso?
-¿Qué quieres decir?
¿Un banquete peligroso…? ¿Se refería Luna a eso cuando dijo que la boda era una “trampa”?
— Tú lo sabes mejor que yo -César no respondió, pero su expresión era seria—. En fin, será mejor que no subas al crucero.
Él echó a andar, pero Celia lo detuvo con urgencia.
-¿Sabes algo sobre lo que va a suceder?
Él la miró sin responder.
—César, tú… —insistió Celia.
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